CÓMO LA HEROÍNA DURMIÓ A MADRID: EL LADO OSCURO DE LA MOVIDA

La fijación de la generación post franquista con las agujas y cómo se reflejó en la vida diaria.

ROCKMÚSICASOCIALMOVIDA MADRILEÑA

Por María José Aguilar

11/14/20257 min read

Es el tercer día del año de 1980. Ha muerto el rockero José Enrique Cano “Canito”, baterista del grupo Tos, posteriormente renombrado Los Secretos.

El joven de 20 años falleció en un accidente de coche ocurrido en año nuevo, mientras iba en la carretera a la altura de La Navata, a las afueras de Madrid, un coche colisionó contra él y contra su carro, el cual estaba aparcado a un costado de la vía. Fue al hospital, y murió dos días después. El 9 de febrero del mismo año ocurrió un evento que daría la vuelta a la historia musical en nuestro idioma. Derivado de la tragedia de Canito, los jóvenes músicos de la España post Franco se reunieron para rendirle un homenaje a su colega. El concierto, el cual logró reunir a casi 15 mil personas, se llevó a cabo en la Escuela de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid. El homenaje contó con la participación de Tos, Mamá, Paraíso, Mermelada, Trastos, Los Bólidos, Mario Tenia y Los Solitarios y las posteriores leyendas Nacha Pop y Alaska y los Pegamoides. Es en este momento, en esta reunión autogestiva, que nace la Movida Madrileña. Movida refiere a juerga, asunto problemático o diversión, palabras que describen a la perfección el movimiento contracultural que ocurrió en la capital.

España ya tenía varios movimientos musicales ocurriendo simultáneamente desde el final de los setentas en sus distintas provincias, sin embargo, el punto culminante fue Madrid, lugar que tenía sus propias estrellas: Radio Futura, Nacha Pop, Kaka Deluxe, Parálisis Permanente, Los Pegamoides, Burning, Gabinete Caligari y los más comerciales Mecano, La Mode, Duncan Dhu, La Unión, Tequila y Hombres G. Sin embargo, las agrupaciones de todas partes del país se trasladaron a la capital para probar suerte, entre ellas los gallegos Siniestro Total, Golpes Bajos, y Aerolíneas Federales, los malagueños Danza Invisible y los barceloneses Loquillo y los Trogloditas. Poco discutidas debido a su falta de éxito comercial, agrupaciones como Décima Víctima, El Último Silencio o Furnish Time también rondaron el circuito musical.

Pronto La Movida se hizo un todo. La música se convirtió en un tema de discusión tanto en fanzines independientes como en publicaciones con una mejor posición en el mercado. Nace de estas revistas la icónica frase -que aún hoy en día sigue en uso- “Madrid me mata”, esta deriva del título de la publicación dirigida por el diseñador Oscar Mariné. Otras publicaciones populares incluyen La Luna, hecha por periodistas no profesionales, y Madriz, dirigida por el actor portugues Carlos Otero. Estos medios popularizan las expresiones “Madrid nunca duerme” y “Esta noche todo el mundo a la calle”, las cuales siguen presentes en el vocabulario de la ciudad. La prensa escritae trasladó a la radio; emisoras como Radio Nacional de España, Radio 3 y Radio España FM se convirtieron en portavoces del movimiento, mientras que en la comodidad del hogar se podían disfrutar de programas musicales como Musical Express, La Bola de Cristal y Popgrama, transmitidos en RTVE, sin embargo, ninguno alcanzó la genialidad de La Edad de Oro. Dicho programa fue la epítome audiovisual de la movida, más allá de simples presentaciones musicales, el show dirigido por la periodista Paloma Chamorro se convirtió en un registro cultural de la ciudad, y un exponente de la filosofía de vida de los jóvenes de la época. La Edad de Oro brindó un sinfín de momentos ahora icónicos dentro de la cultura popular, como la famosa frase del director de cine Almodóvar “Yo quiero parecerme a Pedro Almodóvar y creo que terminaré pareciendome a Pedro Almodóvar”, o la presentación en directo de Tom Verlaine, cantante de Televisión, uno de los pocos actos extranjeros en ir al programa. En pantallas más grandes surgía el cine underground del revolucionario Iván Zulueta, el ya mencionado icono Pedro Almodóvar, y piezas más de culto como las de Fernando Colomo, Fernando Trueba o Manuel Iborra.

Esta comunidad llena de camaradería y buena fiesta, tenía un lado mucho menos encantador. Sería ideal decir que esta cara ocurrió exclusivamente en lo recóndito de alguno de los bares más populares de aquellos años, –La Vía Láctea, El Penta, El Sol, Rock-Ola–, pero pronto se expandió a plena luz del día: Arrasó con Plaza España, invadió los condominios más pobres de la ciudad y los lugares más exclusivos, raptó a los niños que apenas entraban al primer año de escuela secundaria: era la heroína. La droga llegó a España a finales de los años setenta, desembarcó en Galicia directo de Sudamérica, donde redes de tráfico –como Sitio Miñanco– se encargaron de llevarla a Madrid, al barrio de Malasaña, mismo donde se encontraban los bares ya mencionados, y donde casualmente vivía un gran número de personas involucradas en La Movida.

Su uso no era un secreto a voces, era completamente explícito. Estaban totalmente inmersos con la sustancia que se volvió un tema de todos los días, estaba presente en todos los ámbitos, fumarse “un chino” se volvió tan común como si de un cigarro de tabaco se tratase. Por eso, la adicción se reflejó de mil y un maneras en los productos artísticos del movimiento, de manera tanto literal como metafórica apareció en la obra maestra de Iván Zulueta, Arrebato (1979), una de las primeras piezas cinematográficas del movimiento. Tanto el protagonista, interpretado por Eusebio Poncela, como todos los personajes que lo rodean son consumidores –cosa que en la vida real ocurrió, pues tanto el director como el cast principal usaban–. Si bien muestra el consumo explícito como algo “natural”, la verdadera angustia la representa mediante la obsesión que tiene el personaje interpretado por Will More con el cine, y finalmente, su destino de quedar atrapado dentro del celuloide de por vida. No es más que otra manera de representar cómo yacían los cadáveres en algún apartamento solitario sin nada más que un colchón en el suelo, sin nadie que los reclamara por días. Sin metáforas rebuscadas, el también participante en el fenómeno del “caballo”, Pedro Almodóvar, hizo alusión sin tapujos a la H en prácticamente todos sus filmes durante las décadas de los ochenta y noventa: Laberinto de pasiones (1982), La ley del deseo (1987), Pepi. Lucy y Bom (1980), Todo sobre mi madre (1999) y principalmente en ¡Átame! (1989), donde el personaje de Victoria Abril no puede vivir sin las agujas, y ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), donde narra cómo los pubertos de los condominios pobres de Madrid vendían la mercancía. Otros directores, incluso sin ser considerados de “La Movida” –debido a que comenzaron su carrera muchas décadas atrás– se unieron a la narrativa de la droga, sobre todo incursionando en el género quinqui, uno de ellos fue Eloy de la Iglesia, quien narra cómo dos hombres se unen mediante el uso de sus respectivos hijos en El Pico (1983) y la vida de los jóvenes en las peligrosas afueras de la ciudad en Colegas (1982). Se le une el maestro Carlos Saura, quien dirige “Deprisa, deprisa”, una especie de Christiane F. a la española y sin David Bowie, ambas estrenadas en 1981.

En el ambiente musical se expresó de manera más críptica, pero no podía faltar, pues era su clientela más grande. De todos el que fue más vocal al respecto fue Antonio Vega, quien estaba enganchado y en negación. Tocó el tema en repetidas ocasiones: La Chica de Ayer, Persiguiendo Sombras, ¿Quién Soy? y, la más explícita quizás, Relojes en la Oscuridad “Donde crecen las semillas de lo absurdo y lo genial. Donde el hierro se retuerce y se transforma en lo esencial ""Como un torrente poderoso mezclado el barro con el cristal. Emergen hasta el papel, cobran forma la locura y la paz” Cantó con Nacha Pop. Mecano, el lado más mainstream, también hizo alusión al tema con Barco a Venus, Ana Torroja canta “Yo se que tu estas solo y qué no sales de tu cuarto. Las luces de la calle te hacen daño cuando sales. Porque tu mundo es otro mucho más oscuro”, estas líneas incluso parecen estar resumiendo la trama de Arrebato. Más explícitos fueron Parálisis Permanente con canciones como Autosuficiencia o La droga.

Autorretrato de Alberto García Alix, fotógrafo de la movida.

Concierto homenaje a Canito: Mermelada, Los Secretos, algunos integrantes de Los Pegamoides.

La adicción se volvió una crisis sanitaria. En 1988 la campaña creada por la entonces nueva FAD (Fundación Antidrogas) trataba de erradicar el problema, pues los jóvenes (más pegados a la adolescencia que a la juventud) morían a la mitad de la calle día tras día. Con la llegada de los noventa la movida murió, y con ella muchos de los personajes clave que la hicieron realidad: Carlos Entrena (Décima Víctima), Toti Árboles (Leño y Cucharada, Pegamoides, Parálisis Permanente), Ulíses Montero (Los Cardiacos), Enrique Urquijo (Los Secretos), Antonio Vega (Nacha Pop), Javier Encinas (Mermelada), Uli Montero (Gabinete Caligari), y José Casas Toledo (Burning). Algunos desaparecieron por el uso, otros por complicaciones de salúd derivadas de.

La Movida no fue el paraíso ni el infierno, fue más bien un purgatorio. Maravillas y tragedias convivieron día con día, creando un legado cultural enorme no solo para su país de origen, si no para todos los países de habla hispana. Se habla mucho de aquellos tiempos, ¿Cómo no ha habido otro movimiento así? ¿Que es que la música no volverá a ser lo de antes? Es imposible repetir lo que ya sucedió, pero en caso de que un milagro crease una “movida parte dos”, hay que recordar que hubo un lado oscuro en lo que parecía casi idílico.

Bar Rockola, portada de Madrid Me Mata, programa La Edad de Oro, Antonio Vega afuera del bar El Penta.

El Pico (1983) de Eloy de la Iglesia, Las calles de Madrid, Arrebato (1979) de Ivan Zulueta, Parálisis Permanente.

MARÍA JOSÉ AGUILAR

EDITORA EN JEFE

Lic. en Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México.

Me creo una chica Almodóvar. El rock es mi vida, el cine mi pasión. El boing de mango y la cerveza modelo son mi combustible.